que vienen cada tanto a visitarme,
pero por turnos; una me sonríe,
la otra me mira con mirada torva.
Las dos se me presentan en ropaje
y gesto desusados, y me pierden,
una con la alegría del descuido,
con altivez y menosprecio la otra.
Yo me desvivo en darles la atención
que se merecen, y compongo loas
para las dos; pero es mi preferencia
el dedicar poemas distanciados,
ya jardinero en patio de cuchillos,
a aquella que marcó mi desamor.
5 mayo 1997.-
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