miércoles, 20 de enero de 2016

NUEVO EPÍLOGO


Siempre poemas de nombrar lo mismo. 
De darle vueltas. Como si buscara 
un grito, una estación. Una tormenta 
viene y arrasa con los desengaños. 
Ya ni eso quedaría. Cruel, vacío, 
muestro los dados de la lentitud. 

II 

Pido un café. Marchito, me preparo 
a la razón cansada, al explicarme 
sin mucho honor. (La taza me convida 
esa amargura de los dos silencios.) 
Un auto me reclama. Vagabundo 
de tu palor. (Insípida amargura.) 
Ya no pregunto. Ya la madreselva 
toma mi cuerpo, calla un resplandor. 

III 

Y sigue el infortunio de la mesa, 
sigue una plaza que pidió mi noche, 
sigue la sombra, en fin, sigue el epílogo 
eterno, inacabable, sigue el olmo: 
una vez más regresa la distancia. 

5 junio 1997.- 

CÓMO NOMBRAR LA LLUVIA

Aquí el arrepentido de toda tu voz, 
de cada caricia, 
labios del metal que ya no nos une. 
Aquí el acongojado con sus tres maletas, 
todavía no llega la mañana, 
todavía es tarde para repetir ciertos gestos. 
Todo mi cuerpo tiembla, 
no soy sino una caricia sin derrotero, 
cómo despertaré de vos. 
Todo mi cuerpo cruje, 
hay una musitación que te nombra 
en el costado azul de mi mesa. 
Y, así, cómo nombrar la lluvia, cómo pronunciar cada penumbra 
si me endilgaste el labio, costado de la zafra 
interminable de derrocar el agua. 
No hay nada aquí, no acaba de haber, 
hay quien me maniata, quien zahiere, 
hay el no acabar, manda y domina 
la melancolía procelosa. 

3 junio 1997.- 

CIELO DE OTRO COLOR

Una canción como una noche oscura, 
un pacto de silencio, 
una armazón de ligas sin destino, 
precio del estandarte. 

Un álamo sin voz, una frontera, 
un precipicio cierto, 
la búsqueda de piel en la colina 
del orate vencido. 

Precio del aguatero, 
insólita pasión que, sin embargo, 
señala la distancia 
de los cuarenta pisos y del aire, 
amasijo de puertas, 
cuenco de luz para el que niega el nombre. 

23 mayo 1997.- 

jueves, 14 de enero de 2016

DIVAGACIÓN PRECISA

En tu nombre 
es que habrá que seguir, y seguir, y seguir, y seguir. 
(L. A. Spinetta) 

Puñales, caramelos --como dijo 
Dastugue, el de obsidiana--. Ésos, tu dones. 
Mi manifiesto, en cambio, es una tregua 
pedida. Ni el perdón, ni los ahogos. 
Puñales, caramelos. La limosna 
menosprecia, el ataque desensilla. 
Tregua de tu no ser y de tu ser. 
Tregua de vos, de mí, de los resquicios. 
Y el encontrarse, con sus dos mulitas. 
Y el separarse, y la obsesión del alba, 
puñal y sombra, lucha en caramelo. 
(Es raro pedir tregua, cuesta verse 
como un converso de los tres estilos: 
el vino, los amigos, el poema.) 

II

Y todo es tan trabado, tan sin gozne, 

tan una puerta de la lejanía, 
caída, tan cencerro de cristal 
--peligra a cada verso--, tan vampiro, 
y tanta mala lengua en el recuerdo, 
tanto confuso diccionario de alma, 
tantos golpes de frío en el costado, 
tanta quejumbre, tanta canaleta, 
que el paso me vacila de tu nombre, 
que incorrección se me presenta a brazos, 
que brazo y balbuceo son colegas. 
(Y encima remedar las amatistas; 
sumar modismos de hambre; consultado 
por el temor; capullo de la sed.) 

III 

Pero callar sería un despilfarro, 
sería morir sierpes sin que nazcan, 
sería dos más dos, sería gris, 
comida sin comer, pasión dormida. 
O no, el poema seguiría siendo, 
los días un paisaje reparado 
y vuelto a reparar, y luego hundido 
por la maraña sin perdón del ángel. 
Rayo de luz sobre la marioneta. 
Los hilos no se ven. Hay cierta bruma 
en torno a su cabeza, que reposa. 
De pronto, viene Dios. Y allí comienza 
a tropezar, a blasfemar. El público 
sigue la trama. Afuera, el mundo ruge. 

23 mayo 1997.- 

CIGARRILLO CON ECO

De una etiqueta de manchado vino 
escojo el cigarrillo de la muerte 
para leer tu diario de desgracias 
y fumo con pesar tus horas desasidas. 

¿Qué te pasó? ¿Qué pudo recluirte 
en desventuras de cansado brillo? 
¿Cómo logró la angustia perfilarte 
un rostro endurecido, miradas de metal? 

No te fijás en el común pasado. 
Me conduelo de verte sin orillas. 
Porque, y distante, sé la calavera 
de tus días o dagas, de tu collar vencido. 

(Y es un recuerdo sólo. Un pensamiento. 
Una meditación de tu infortunio, 
que ni siquiera llegará a tus manos. 
Es sólo un buen deseo. Un voto de mejora.) 

19 mayo 1997.- 

VISITACIÓN PERIÓDICA

lectura de Guillén 

Un halo de la luz que te mantiene 
se posó sobre vos con suavidad: un roce, 
una tenue vasija. Te asombraste 
como los niños ante la mañana. 

Y recordás el verso de desidia 
que azota la vereda de tu rostro. 
¡Cómo se va el vacío, cómo vuelve 
la claridad marina! 

(Juntás tus manos --vibran de candor-- 
o las llevás a tu costado. Casi 
como dormido te envolvés del mundo 
que habita tu rincón. En la cortina, 
o en la pared --también en las baldosas--, 
ríe su risa un ángel, y se va.) 

15/05/97.- 

domingo, 3 de enero de 2016

POEMA EN CUATRO PARTES


Un cigarrillo pide la ternura 
de encenderlo tapándolo con manos 
de juramento, o manos de equilibrio, 
o de satén, o lisas. 

Ahora el cenicero se acongoja 
de ver el frío de un otoño triste 
en el que mueren mucho mis campanas 
o cosecha de tos. 

Y ahora conmemoro una placita
donde aprendí a toser --pero distante 
la tos: en una mesa de metal 
mataba la premura--. 

Un cigarrillo pide que lo apague 
dejando la colilla estacionada 
en una vertical sin armamento: 
cenizas en otoño. 

II 

Ahora el frío del otoño se alza 
en una ventolina de descuidos: 
veo una plazoleta 
y una bufanda en esta mesa oscura. 

Caminan policías del apuro, 
miden sus pasos con un frío viejo: 
en esta plazoleta 
se oyen sus voces, se oyen sus enfados. 

De pronto se detienen ante verjas 
de cansado metal, de rezos breves: 
contra la plazoleta 
gimen palomas, abrigadas de antes. 

Y ahora una bufanda calla picos 
y calaboza otoños de desmadre: 
hacia la plazoleta 
muere una mesa, y otra, en ventolina. 

III 

Crujen las hojas por mi paso viejo, 
calladas de sí mismas. 
Con su banquete tieso la mañana 
pretende inaugurar la certidumbre. 

Y la radio preside el firmamento 
de las lechuzas torpes, 
alitas y miradas que alimentan 
al frío en su pasión de comensal. 

Y una costilla, un ojo se deglute, 
y tapa y lomo tiernos, 
y la molleja, y el cuadril --eructa 
y pide vino, pan y verduritas--. 

Crujen las hojas bajo su mandíbula. 
Festín de la memoria. 
Festín del otro cuerpo, el que pasea, 
y reconoce, y piensa, y se conduele. 

IV 

En fin, un cigarrillo. 
Una pasión vencida. Un estandarte. 
Las manos de metal. La comadreja. 
La llave de oro. Los cuarenta otoños. 

Y la razón del ogro 
pervierte la mirada, la vacía, 
la deja hueca de posibles lazos, 
la agota, la tritura, la desecha. 

Y la razón del ángel, 
la mesa oscura, los sifones de alma, 
la brisa y su torpeza, y el pezón 
de la mañana, ramo a contramano. 

Y un cigarrillo, siempre. 
Pero mejor callar, pero mejor 
dejar librado al infortunio el hueso. 
Paliza del otoño, o de los micos. 

a la fe de Apollinaire 

15 mayo 1997, mañana.- 

PRIMERA MANIFESTACIÓN DEL NÚMERO

Te tengo, no te tengo, se te siente, 
se te presiente, te volvés lejana, 
fantasma de la sal, rendida puerta, 
aro de nieve, noche de la luna. 
Te siento, no te siento, se te tiene 
en cloroformo, en hábito, en semilla, 
laguna del sediento, rebelión 
en la injusticia, seda de ternura. 

¿Cómo desovillarte, cómo asirte 
si el cenicero niega tu sonido? 
¿Cómo cebar un mate a la distancia 
si la estación insiste con veredas 
en las que te movés como una herida 
sin daga y sin vendaje, pardamente? 
La cerrazón del cielo no conforma 
ámbito claro para la sequía. 

Todos tenemos alas de diamante 
o la seca canción del infortunio; 
todos ganamos golpes con la lima 
de los que encierran, de los que someten. 
Y silba el caramillo de la duda, 
cierra su mente el artefacto y niega, 
inauguramos libros sin sosiego, 
caras de poste alumbran las cantinas. 

Pero una elocución muestra, por radio 
y a altas horas, que lo que conocimos 
vuelve en vahídos torpes, y las canas, 
si por un lado dicen de las horas, 
por el otro, muletas innombrables, 
muestran un reino de paisajes muertos 
y vivos a la vez, y en una llave 
vemos un vaso, y en un disco un bronce. 

Y así te conejeo, junto briznas 
de tu lámpara fiel, y recompongo 
la siesta de los besos, y conjuro 
tu hambre sin diente que me dicta versos 
como lisas medallas del pasado, 
colina sin ropaje o escenario 
por descubrir, cuaderno sin ribetes 
en el que pido tu collar oscuro. 

Hay una cama ahora en las baldosas, 
cobijo de la vela; allí descansa 
un número infernal, arquitectura 
por elevar. La flecha de tus ojos 
lo dibujó, sin reparar en gastos. 
Alimento ese número con agua 
y nada más. Mi tumba es otro número 
que en los pasillos del otoño duerme. 

12 mayo 1997.- 

TRÍPTICO DE LA DESHONRA

"La humillación no tiene límites." 
(El Gabo.) 



Una bujía en una pieza oscura, 
una canción en un silencio muerto, 
la calma del tabaco en la ansiedad, 
un beso, una caricia en la distancia. 

Mi alma pide sosiego, 
manos mi desazón, ternura mi hambre, 
una guitarra tenue, 
un libro como silla 
quiere la soledad de mi silencio. 

Y mientras tanto miro, en la ventana, 
los seis barrotes tristes del hastío, 
y mientras tanto, con indiferencia 
y a la vez con temor, escribo versos. 

(Versos o la plegaria de la noche, 
versos cansinos, versos 
como una dentellada al infortunio, 
masticación amarga, derrotero 
de un hombre sin amada.) 


II 

Brillo tuvo esta sombra 
otrora, cuando el viento 
meditó su impotencia 
contra mi ser y, cauto, 
doblegó en inclemencia ajenas cañas. 

Entonces era fuerte, 
entonces respiraba 
sanidad, y a mi lado 
una mujer sin sable 
me murmuraba frases de esplendor. 

Tiempo perfecto, brisa 
que en mí posó su ciencia, 
ahora la añoranza, 
la sequía potente 
me lleva a cultivar versos sin sueño. 

¡Indiferente el mundo, 
clavado en su postura, 
me obliga a ejecutar 
la danza del olvido! 
(Pero me niego, sigo en la aridez.) 


III 

(Y, tenido por mí, 
prolongo escritos de saber dudoso, 
y dejo el azorarme, el sorprenderme 
ante la lámpara, el pincel, el musgo. 

Lugarteniente Swann, 
conjuro sierpes, incremento pausas. 
Lugarteniente Swann, rememorable 
como en el hijo gesto o simulacro.) 


9 mayo 1997.-