miércoles, 9 de noviembre de 2016

EXPLICACIÓN, DISCULPA


La mano ya no encuentra la otra mano 
cuando se estira, ya no dan los cuerpos 
el salto de la cita en la penumbra, 
ya la tristeza pronunció su estirpe. 
Estirpe de los pasos en la pieza, 
y cita ahora con los libros de antes 
--los que leí cuando la mano hallaba 
respuesta--, y cuerpo solitario, oscuro, 
con una oscuridad no de caricia 
sino de desamor. (Finge la lámpara 
asomo de tibieza, y sólo logra 
oscuridad de luz; su simulacro 
invade la nostalgia con el velo 
de la desesperanza. Quién dijera 
que las habitaciones nos zahieren.) 
En fin, no quiero figurar Arcadias. 
Tampoco la protesta, ni el despecho. 
Apenas si la enunciación del sitio 
real de este poema: las paredes, 
la primavera idiota de la noche, 
los libros aferrados al reflujo 
y la traición o vicio de los versos. 

25-7-1997.-

jueves, 21 de julio de 2016

LA MÁS DULCE


Por las veredas del Alto 
del Tambor de Tacuarí
van los libros del desquite, 
el sifón y los mendigos. 

Dice el mendigo al sifón 
que quite de allí esas pajas; 
el sifón no le responde: 
sólo reclama silencio. 

(Las veredas del juanete, 
los juanetes de la vida, 
las vidas del dromedario, 
los dromedarios sin rumbo.) 

El sifón y los mendigos 
luchan contra la lechuga, 
los altos de la enramada, 
sifón, mendigo y canción. 

"No somos nadie", se dicen, 
"pero queremos ser otro; 
quizá con la sinfonía 
se arrepienta el dromedario." 

(De todas las medidas, la más dulce 
es la del tiempo: lucha de enemigos.) 

18 julio 1997.- 

jueves, 14 de abril de 2016

PEDIR EL DESAFUERO


--P. P., P. P., P. P. 
--C. C., C. C., C. C. 
"Cariños, Cacho", puse, y te miraba 
en la estación sin fueros de la muerte. 
Una oquedad marcaba, en el postigo, 
la desazón de invierno de mis manos. 
"Cariños, Cacho." ¿Qué rendida sierpe 
te confinó al umbral de la memoria 
y de la cárcel? Viejos atavíos 
te propusieron trampa, y lo lograron. 
¿Qué pediré a tu prometida, cuándo 
será el momento de gritar verdades, 
con quién regresará la primavera? 
Cariños, Cacho, te diré si encuentro 
modo y manera de llorar al claustro 
con llanto embravecido de ciruja. 

25 junio 1997.- 

SIFÓN O SU PENDORCHO


"Estaba Critilo mirando aquel mal paradero de todos. Al cabo de un día de siglos, vio asomar a Andrenio a la ventana de las flores en espinas. Asustóse mucho, temiendo su despeñadero. No le osaba llamar, por no descubrirse, pero ceñábale acordándole el desengaño. Cómo bajó y por dónde, adelante lo veremos." 
(B. G., "El Criticón") 
La sombra de los perros es la daga 
de los que buscan manos en la noche, 
habitación o fuelle para muertos, 
precioso remo de lascivas horas. 
No por callar la siembra desvanece 
la taza los dulzores de su muro: 
hay cerrazón y libros en el fuego, 
y sierpes y dedales en la mesa. 
Ramo de luz, el día no nos llama 
a desencadenar la podredumbre, 
ni tampoco nos pide que recemos; 
así que, por el bien de los que duermen, 
paguemos la bondad con celosías 
y las caricias con resoples de alce. 

19 junio 1997.- 

sábado, 19 de marzo de 2016

CLARISSA LICHTBLAU, O LA CLAVE DEMORADA

Tu resplandor, Clarissa, me entretiene 
en estos días pobres o confusos, 
días del hambre, de la vestimenta, 
de pronunciar qué tal y no sentirlo. 
Tu resplandor, o tu callada efigie, 
o algo que está en la foto y que no está 
para los otros, tu mirar severo 
o la elección futura. Tu tapado 
no pega con la idea de tu voz, 
o aún no lo acepté. Se ubica al centro 
el cello, guarecido en el estuche. 
Como preciosa gema rescatada. 
¿Cómo llegaste a actuar en La Segunda 
Patria? Volvés, en estos días turbios, 
a la dorada juventud prevista 
del film. Acaso no serán seis tomas 
las que han quedado en mí; pero "Clarissa"
es otro nombre, hoy, en los recuerdos. 

17 junio 1997.- 

PRONUNCIACIÓN DE UN HOMBRE

Murió en Madrid, con frío en las entrañas; 
en vísperas de amor. Nunca compuso 
cuento o novela malos, o rompió 
todo fallido intento. Compensaba 
su ausencia de vivir con estatura: 
hallabas en su frente lejanía, 
visos de resplandor. Dejó en sus textos 
vivísimas mujeres --no es exacto 
el adjetivo--. Su conversación 
fue otro regalo para los amigos. 

16 junio 1997.-

POEMA AL QUE ES MEJOR NO DAR NOMBRE

La mano; el violinista; las arterias; 
el escritor; el paso; el obsesivo. 
¿Con quién me quedo? ¿Cuál de mis parcelas 
de cuerpo o de dolor puede nombrarme? 
Nombre o conjuro de mi yo plural; 
o ríspido resumen en un verso 
de mí. De mi tristeza. De la mano 
del violinista loco. Tantos días 
de recabar la sombra. Duele el goce 
que no se alcanza. Y el que me prometo 
en el olvido o niebla de otro rostro. 
Duelen las horas que reclaman alce, 
abrazo, cerrazón, puñal, espera. 
¿Quién me daría cuenco de retama? 
¿Con qué emoción pudiera la penumbra? 
Tanto momento de licor cansado 
se encierra en este enjuicie. ¿Quién diría 
que la colina se tornó reproche? 
¿La plaza una estación? ¿Qué más pidiera 
que regresar a parras, al aroma 
de una curtiembre? ¿Qué no prometiera 
por ver que mis palabras o mi aliento 
dijeran otra vez o respiraran 
el río en que me hundí, costoso mito 
de la otredad de mí? Y hoy calabazas, 
y giros, y cadáveres, y arena. 

16 junio 1997.- 

miércoles, 16 de marzo de 2016

EJERCICIO DE PROSA


Cariño de la llama, 
felicidad del viento, 
si no te busco pierdo mi destino, 
pero tampoco aparecés. Callada 
en tu estación, me inclino a la desdicha, 
no logro dar con formas de tu aliento; 
callado, demorado, 
hago vivienda en fríos, en ventiscas. 
Se me piantó Galicia: desvarío 
en once y siete sílabas, locura 
de los reflejos. Pierdo mi comida, 
o no la pruebo, y vos con tu semblante 
contra mi hacienda. Como ves, es gesto 
que peca de anacrónico: los versos 
son otra forma de llegar al morbo: 
temblor de cuerpo y voz, desatendidos 
el labio y la mejilla, abandonados 
los ojos, condenados a vagar 
entre maderos de menor valor. 
Y encima el texto que no llega a tu ángel, 
el diálogo fingido, monosílabos 
cuando te enfrento, poca maña, muda, 
para decirte che, qué mal me hacés 
--pecando de canyengue contra el Álvaro--. 
Y dejo para un próximo poema 
las conclusiones obvias. 

14 junio 1997.- 

ACERCAMIENTO A CLARISSA

Tu mano lisa pudo la ventura 
de acariciar las cuerdas o pasajes 
hacia otro aroma, mano como remo. 

¿Dónde buscar tu mano lisa, dónde 
formar o ver tu cuerpo que no cesa? 
Y sin embargo te percude el tiempo, 
naciste, ya la arruga te adornara. 

Pero tu cuerpo, inmóvil en la foto, 
pero tu mano, sosteniendo el cello, 
pero tus ojos --hacia dónde miran--. 
¿En qué momento estás, en qué momento 
te tiene el blanco y negro, qué querías, 
dentro del film, y qué quería Hermann, 
cuándo sabré qué cuándo te refleja? 

14 junio 1997.- 

RECUERDO DE LOS INCAS --SUEÑO CIFRADO EN UN SOBRERRELIEVE--

Llaveros, o riberas, o limosnas, 
todo mezclado, puro maremoto, 
y cuando menos se lo espera el ágil, 
monedas de estación, acompasadas. 
Llaveros, o riberas. 

Maderos, o metal. La lamparita. 
La bola de aluminio. La difunta. 
Todo mezclado, pero, de repente, 
clara estación de la cosecha sana. 
Maderos, o metal. 

Y así la despedida, 
el largo arroz, la ropa, 
la noche de costado, 
cielo al revés --Solanas--. 
Así la despedida se digiere. 

Asado de los muertos, 
sifón de los occisos, 
todo cosecha negra, 
y volver a empezar: 
asado de los muertos, que nos comen. 

Un ciego corrigió la adivinanza: 
le puso piedras, cruces y vertientes. 

12 junio 1997.- 

MACERACIÓN DEL TRISTE

"Caricias del no haber. Siento que cae 
la lluvia, o su destino, 
ramo de sierpes de estación fingida. 
Mi cuerpo y mi no cuerpo. 
Los ojos del verano que perdí. 
Abeto de los tristes." 
Cuando acabó los desesperos pobres, 
la lucha de las sombras, 
el consentido dolo, 
quiso esperar sifones del olvido, 
cruentas vacilaciones. 
Pero su frente torpe se acordaba 
de la canción inútil de la siembra. 
¿Y cómo repetir las aventuras, 
cómo vencer el orbe 
de su armazón? "Callado recompongo 
sin conseguir, no obstante, la alegría. 
Me deshago en vahídos. 
Soplo del quejumbroso." 

(Es necesario repasar la pena 
y los hallazgos de la adivinanza. 
Dejemos los temores. 
Esto es canción, y dudas --sus matices--.) 

10 junio 1997.- 

SONETO

¿Qué puedo, si imposible vos, probar, 
qué queda hacer? Y no es escribir versos 
por escribir, sino por protestar, 
por intentar conjuros. Son diversos 
los modos de dolerse, y el que elijo 
es el vano dolor de los poemas, 
modo de siembra en el que quedo fijo 
a una canción sin tacha (siempre emblemas 
que uno y desuno, pasos por la vía 
de mi pesar, por cruentos derroteros 
de tu imposible, siempre la casida 
de los recuerdos: ardo como impía 
disolución en morbo, sumo austeros 
reflejos de tu ser, cumplo mi herida). 

10 junio 1997.- 

ACLARACIÓN

Callás. No das azul 
de tu canción de mar. 
Tus gestos me detienen 
como si fueran muros. 
Hay algo azul, azul, 
que me convoca a vos. 
Muros de madreselva, 
lenta canción sin fueros. 

Y por la senda de los imposibles 
me entero de tu risa. No lamento 
los imposibles. Risa tan al frente 
como un balcón y muro, como un arpa 
con solo de soprano. Lentitud 
de calle amanecida, de borracho 
de tu esplendor. Ardilla del que muere 
y ronda en torno a vos, como una sombra 
digo y desdigo la confusa pena. 

Si nunca acordarás 
labio o sombra de tez 
en la noche precisa, 
recordaré los sueños; 
si jamás te oirá 
risa a mí de tu faz, 
perderé lozanía, 
seré tu amigo pulcro. 

7 junio 1997.- 

COMO MANO DEL ÁNGEL

Libro absoluto, libro 
como mano del ángel, 
potente sortilegio 
de volver a sus páginas 
a cada instante, cada 
palabra como joya, 
palabras con presagio, 
constante referencia, 
idea, luminaria, 
libro inhallable, libro 
como preciso sueño. 

6 junio 1997.- 

miércoles, 20 de enero de 2016

NUEVO EPÍLOGO


Siempre poemas de nombrar lo mismo. 
De darle vueltas. Como si buscara 
un grito, una estación. Una tormenta 
viene y arrasa con los desengaños. 
Ya ni eso quedaría. Cruel, vacío, 
muestro los dados de la lentitud. 

II 

Pido un café. Marchito, me preparo 
a la razón cansada, al explicarme 
sin mucho honor. (La taza me convida 
esa amargura de los dos silencios.) 
Un auto me reclama. Vagabundo 
de tu palor. (Insípida amargura.) 
Ya no pregunto. Ya la madreselva 
toma mi cuerpo, calla un resplandor. 

III 

Y sigue el infortunio de la mesa, 
sigue una plaza que pidió mi noche, 
sigue la sombra, en fin, sigue el epílogo 
eterno, inacabable, sigue el olmo: 
una vez más regresa la distancia. 

5 junio 1997.- 

CÓMO NOMBRAR LA LLUVIA

Aquí el arrepentido de toda tu voz, 
de cada caricia, 
labios del metal que ya no nos une. 
Aquí el acongojado con sus tres maletas, 
todavía no llega la mañana, 
todavía es tarde para repetir ciertos gestos. 
Todo mi cuerpo tiembla, 
no soy sino una caricia sin derrotero, 
cómo despertaré de vos. 
Todo mi cuerpo cruje, 
hay una musitación que te nombra 
en el costado azul de mi mesa. 
Y, así, cómo nombrar la lluvia, cómo pronunciar cada penumbra 
si me endilgaste el labio, costado de la zafra 
interminable de derrocar el agua. 
No hay nada aquí, no acaba de haber, 
hay quien me maniata, quien zahiere, 
hay el no acabar, manda y domina 
la melancolía procelosa. 

3 junio 1997.- 

CIELO DE OTRO COLOR

Una canción como una noche oscura, 
un pacto de silencio, 
una armazón de ligas sin destino, 
precio del estandarte. 

Un álamo sin voz, una frontera, 
un precipicio cierto, 
la búsqueda de piel en la colina 
del orate vencido. 

Precio del aguatero, 
insólita pasión que, sin embargo, 
señala la distancia 
de los cuarenta pisos y del aire, 
amasijo de puertas, 
cuenco de luz para el que niega el nombre. 

23 mayo 1997.- 

jueves, 14 de enero de 2016

DIVAGACIÓN PRECISA

En tu nombre 
es que habrá que seguir, y seguir, y seguir, y seguir. 
(L. A. Spinetta) 

Puñales, caramelos --como dijo 
Dastugue, el de obsidiana--. Ésos, tu dones. 
Mi manifiesto, en cambio, es una tregua 
pedida. Ni el perdón, ni los ahogos. 
Puñales, caramelos. La limosna 
menosprecia, el ataque desensilla. 
Tregua de tu no ser y de tu ser. 
Tregua de vos, de mí, de los resquicios. 
Y el encontrarse, con sus dos mulitas. 
Y el separarse, y la obsesión del alba, 
puñal y sombra, lucha en caramelo. 
(Es raro pedir tregua, cuesta verse 
como un converso de los tres estilos: 
el vino, los amigos, el poema.) 

II

Y todo es tan trabado, tan sin gozne, 

tan una puerta de la lejanía, 
caída, tan cencerro de cristal 
--peligra a cada verso--, tan vampiro, 
y tanta mala lengua en el recuerdo, 
tanto confuso diccionario de alma, 
tantos golpes de frío en el costado, 
tanta quejumbre, tanta canaleta, 
que el paso me vacila de tu nombre, 
que incorrección se me presenta a brazos, 
que brazo y balbuceo son colegas. 
(Y encima remedar las amatistas; 
sumar modismos de hambre; consultado 
por el temor; capullo de la sed.) 

III 

Pero callar sería un despilfarro, 
sería morir sierpes sin que nazcan, 
sería dos más dos, sería gris, 
comida sin comer, pasión dormida. 
O no, el poema seguiría siendo, 
los días un paisaje reparado 
y vuelto a reparar, y luego hundido 
por la maraña sin perdón del ángel. 
Rayo de luz sobre la marioneta. 
Los hilos no se ven. Hay cierta bruma 
en torno a su cabeza, que reposa. 
De pronto, viene Dios. Y allí comienza 
a tropezar, a blasfemar. El público 
sigue la trama. Afuera, el mundo ruge. 

23 mayo 1997.- 

CIGARRILLO CON ECO

De una etiqueta de manchado vino 
escojo el cigarrillo de la muerte 
para leer tu diario de desgracias 
y fumo con pesar tus horas desasidas. 

¿Qué te pasó? ¿Qué pudo recluirte 
en desventuras de cansado brillo? 
¿Cómo logró la angustia perfilarte 
un rostro endurecido, miradas de metal? 

No te fijás en el común pasado. 
Me conduelo de verte sin orillas. 
Porque, y distante, sé la calavera 
de tus días o dagas, de tu collar vencido. 

(Y es un recuerdo sólo. Un pensamiento. 
Una meditación de tu infortunio, 
que ni siquiera llegará a tus manos. 
Es sólo un buen deseo. Un voto de mejora.) 

19 mayo 1997.- 

VISITACIÓN PERIÓDICA

lectura de Guillén 

Un halo de la luz que te mantiene 
se posó sobre vos con suavidad: un roce, 
una tenue vasija. Te asombraste 
como los niños ante la mañana. 

Y recordás el verso de desidia 
que azota la vereda de tu rostro. 
¡Cómo se va el vacío, cómo vuelve 
la claridad marina! 

(Juntás tus manos --vibran de candor-- 
o las llevás a tu costado. Casi 
como dormido te envolvés del mundo 
que habita tu rincón. En la cortina, 
o en la pared --también en las baldosas--, 
ríe su risa un ángel, y se va.) 

15/05/97.- 

domingo, 3 de enero de 2016

POEMA EN CUATRO PARTES


Un cigarrillo pide la ternura 
de encenderlo tapándolo con manos 
de juramento, o manos de equilibrio, 
o de satén, o lisas. 

Ahora el cenicero se acongoja 
de ver el frío de un otoño triste 
en el que mueren mucho mis campanas 
o cosecha de tos. 

Y ahora conmemoro una placita
donde aprendí a toser --pero distante 
la tos: en una mesa de metal 
mataba la premura--. 

Un cigarrillo pide que lo apague 
dejando la colilla estacionada 
en una vertical sin armamento: 
cenizas en otoño. 

II 

Ahora el frío del otoño se alza 
en una ventolina de descuidos: 
veo una plazoleta 
y una bufanda en esta mesa oscura. 

Caminan policías del apuro, 
miden sus pasos con un frío viejo: 
en esta plazoleta 
se oyen sus voces, se oyen sus enfados. 

De pronto se detienen ante verjas 
de cansado metal, de rezos breves: 
contra la plazoleta 
gimen palomas, abrigadas de antes. 

Y ahora una bufanda calla picos 
y calaboza otoños de desmadre: 
hacia la plazoleta 
muere una mesa, y otra, en ventolina. 

III 

Crujen las hojas por mi paso viejo, 
calladas de sí mismas. 
Con su banquete tieso la mañana 
pretende inaugurar la certidumbre. 

Y la radio preside el firmamento 
de las lechuzas torpes, 
alitas y miradas que alimentan 
al frío en su pasión de comensal. 

Y una costilla, un ojo se deglute, 
y tapa y lomo tiernos, 
y la molleja, y el cuadril --eructa 
y pide vino, pan y verduritas--. 

Crujen las hojas bajo su mandíbula. 
Festín de la memoria. 
Festín del otro cuerpo, el que pasea, 
y reconoce, y piensa, y se conduele. 

IV 

En fin, un cigarrillo. 
Una pasión vencida. Un estandarte. 
Las manos de metal. La comadreja. 
La llave de oro. Los cuarenta otoños. 

Y la razón del ogro 
pervierte la mirada, la vacía, 
la deja hueca de posibles lazos, 
la agota, la tritura, la desecha. 

Y la razón del ángel, 
la mesa oscura, los sifones de alma, 
la brisa y su torpeza, y el pezón 
de la mañana, ramo a contramano. 

Y un cigarrillo, siempre. 
Pero mejor callar, pero mejor 
dejar librado al infortunio el hueso. 
Paliza del otoño, o de los micos. 

a la fe de Apollinaire 

15 mayo 1997, mañana.- 

PRIMERA MANIFESTACIÓN DEL NÚMERO

Te tengo, no te tengo, se te siente, 
se te presiente, te volvés lejana, 
fantasma de la sal, rendida puerta, 
aro de nieve, noche de la luna. 
Te siento, no te siento, se te tiene 
en cloroformo, en hábito, en semilla, 
laguna del sediento, rebelión 
en la injusticia, seda de ternura. 

¿Cómo desovillarte, cómo asirte 
si el cenicero niega tu sonido? 
¿Cómo cebar un mate a la distancia 
si la estación insiste con veredas 
en las que te movés como una herida 
sin daga y sin vendaje, pardamente? 
La cerrazón del cielo no conforma 
ámbito claro para la sequía. 

Todos tenemos alas de diamante 
o la seca canción del infortunio; 
todos ganamos golpes con la lima 
de los que encierran, de los que someten. 
Y silba el caramillo de la duda, 
cierra su mente el artefacto y niega, 
inauguramos libros sin sosiego, 
caras de poste alumbran las cantinas. 

Pero una elocución muestra, por radio 
y a altas horas, que lo que conocimos 
vuelve en vahídos torpes, y las canas, 
si por un lado dicen de las horas, 
por el otro, muletas innombrables, 
muestran un reino de paisajes muertos 
y vivos a la vez, y en una llave 
vemos un vaso, y en un disco un bronce. 

Y así te conejeo, junto briznas 
de tu lámpara fiel, y recompongo 
la siesta de los besos, y conjuro 
tu hambre sin diente que me dicta versos 
como lisas medallas del pasado, 
colina sin ropaje o escenario 
por descubrir, cuaderno sin ribetes 
en el que pido tu collar oscuro. 

Hay una cama ahora en las baldosas, 
cobijo de la vela; allí descansa 
un número infernal, arquitectura 
por elevar. La flecha de tus ojos 
lo dibujó, sin reparar en gastos. 
Alimento ese número con agua 
y nada más. Mi tumba es otro número 
que en los pasillos del otoño duerme. 

12 mayo 1997.- 

TRÍPTICO DE LA DESHONRA

"La humillación no tiene límites." 
(El Gabo.) 



Una bujía en una pieza oscura, 
una canción en un silencio muerto, 
la calma del tabaco en la ansiedad, 
un beso, una caricia en la distancia. 

Mi alma pide sosiego, 
manos mi desazón, ternura mi hambre, 
una guitarra tenue, 
un libro como silla 
quiere la soledad de mi silencio. 

Y mientras tanto miro, en la ventana, 
los seis barrotes tristes del hastío, 
y mientras tanto, con indiferencia 
y a la vez con temor, escribo versos. 

(Versos o la plegaria de la noche, 
versos cansinos, versos 
como una dentellada al infortunio, 
masticación amarga, derrotero 
de un hombre sin amada.) 


II 

Brillo tuvo esta sombra 
otrora, cuando el viento 
meditó su impotencia 
contra mi ser y, cauto, 
doblegó en inclemencia ajenas cañas. 

Entonces era fuerte, 
entonces respiraba 
sanidad, y a mi lado 
una mujer sin sable 
me murmuraba frases de esplendor. 

Tiempo perfecto, brisa 
que en mí posó su ciencia, 
ahora la añoranza, 
la sequía potente 
me lleva a cultivar versos sin sueño. 

¡Indiferente el mundo, 
clavado en su postura, 
me obliga a ejecutar 
la danza del olvido! 
(Pero me niego, sigo en la aridez.) 


III 

(Y, tenido por mí, 
prolongo escritos de saber dudoso, 
y dejo el azorarme, el sorprenderme 
ante la lámpara, el pincel, el musgo. 

Lugarteniente Swann, 
conjuro sierpes, incremento pausas. 
Lugarteniente Swann, rememorable 
como en el hijo gesto o simulacro.) 


9 mayo 1997.-