--P. P., P. P., P. P."Cariños, Cacho", puse, y te miraba
--C. C., C. C., C. C.
en la estación sin fueros de la muerte.
Una oquedad marcaba, en el postigo,
la desazón de invierno de mis manos.
"Cariños, Cacho." ¿Qué rendida sierpe
te confinó al umbral de la memoria
y de la cárcel? Viejos atavíos
te propusieron trampa, y lo lograron.
¿Qué pediré a tu prometida, cuándo
será el momento de gritar verdades,
con quién regresará la primavera?
Cariños, Cacho, te diré si encuentro
modo y manera de llorar al claustro
con llanto embravecido de ciruja.
25 junio 1997.-
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