"Estaba Critilo mirando aquel mal paradero de todos. Al cabo de un día de siglos, vio asomar a Andrenio a la ventana de las flores en espinas. Asustóse mucho, temiendo su despeñadero. No le osaba llamar, por no descubrirse, pero ceñábale acordándole el desengaño. Cómo bajó y por dónde, adelante lo veremos."
(B. G., "El Criticón")
de los que buscan manos en la noche,
habitación o fuelle para muertos,
precioso remo de lascivas horas.
No por callar la siembra desvanece
la taza los dulzores de su muro:
hay cerrazón y libros en el fuego,
y sierpes y dedales en la mesa.
Ramo de luz, el día no nos llama
a desencadenar la podredumbre,
ni tampoco nos pide que recemos;
así que, por el bien de los que duermen,
paguemos la bondad con celosías
y las caricias con resoples de alce.
19 junio 1997.-
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