tu paso, detenido en el alfanje
pulido, receloso, de la noche,
noche de luna llena, de silencios
y pactos declarados, de diamantes
que separan tu rostro de la brisa
azul, desobediente, de la llama
que cincela el precioso calendario
de las edades de tu barro antiguo,
aquel que marca plantas y baldosas
para la siesta, aquel que recupera
el gran abismo y la cosecha verde
de la canción del olmo y su cayado,
paso preciso, clave demorada
en la modulación impredecible
por la que vemos que los dos motetes
de todo cuerpo nunca son iguales
a los de cualquier otro, que son nuevos,
y siempre, y sin embargo se repiten
de amada a amada, huellas de un otoño
que no se acabará, constelación
común a cada rostro, a cada imagen.
(16 abril 1997.-)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario