Callado en la penumbra, por recelo,
o porque no hay que hablar, tanta desidia
catequicé con versos, no hay distancia
desde la cual mirar, no hay derrotero
o todos son endebles, qué daría
por una forma o huella de sabor,
pan y pesares como enredadera
que reuniera las cosas, como redes,
rojo con rojo, verde con caricia,
azul y la distancia, la ventana
y la desolación, hay cuatro mundos,
pero cada sifón me inmoviliza
en el sonido incierto de la daga,
no puedo disfrutar el entretiempo,
no se resolverán los laberintos
que separaron cosa de palabra
y, así, cuando más quiero resarcir
la pérdida de un labio por su nombre,
se ahonda más el quiebre, se disipan
cada vez más el rojo y el azul,
y entonces sólo queda la constancia
de elaborar la lógica del gris.
18 agosto 1997.-
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