Tu mano, tu canción, tu despedida,
el lazo sin retorno de tu siembra,
tus almanaques, roncos de nostalgia,
la recuperación de tus recelos;
tu sombra lisa, tu semblante adusto,
la siega de tus ojos, tus cigarros,
el vuelo detenido de tu frente,
tu soplo sin descanso, tus emblemas:
todo regresa en las catorce líneas,
en las catorce dentelladas tristes
al pan de la memoria, a su silencio;
todo regresa, como un espejismo,
como una emanación de las arenas
en que divago: fiebre del soneto.
2.
Y la marea mueve las orillas,
el páramo despierta al desamor,
las cuchilladas marcan el sendero,
la brevedad del álamo me sesga;
y la sonata pobre del destierro
combina melodía y epitafio,
como cristales caen las cortinas
de la otra cantilena, de las horas.
Y caen las cortinas, y los cuadros,
y todo libro, y cada maderamen,
y aquel paisaje, y esa lejanía,
para dejar al mundo abandonado
a la miseria fría y sin destino
de ser un tema subjetivo y mustio.
21 de abril de 1997.-
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