la lluvia, o su destino,
ramo de sierpes de estación fingida.
Mi cuerpo y mi no cuerpo.
Los ojos del verano que perdí.
Abeto de los tristes."
Cuando acabó los desesperos pobres,
la lucha de las sombras,
el consentido dolo,
quiso esperar sifones del olvido,
cruentas vacilaciones.
Pero su frente torpe se acordaba
de la canción inútil de la siembra.
¿Y cómo repetir las aventuras,
cómo vencer el orbe
de su armazón? "Callado recompongo
sin conseguir, no obstante, la alegría.
Me deshago en vahídos.
Soplo del quejumbroso."
(Es necesario repasar la pena
y los hallazgos de la adivinanza.
Dejemos los temores.
Esto es canción, y dudas --sus matices--.)
10 junio 1997.-
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