el escritor; el paso; el obsesivo.
¿Con quién me quedo? ¿Cuál de mis parcelas
de cuerpo o de dolor puede nombrarme?
Nombre o conjuro de mi yo plural;
o ríspido resumen en un verso
de mí. De mi tristeza. De la mano
del violinista loco. Tantos días
de recabar la sombra. Duele el goce
que no se alcanza. Y el que me prometo
en el olvido o niebla de otro rostro.
Duelen las horas que reclaman alce,
abrazo, cerrazón, puñal, espera.
¿Quién me daría cuenco de retama?
¿Con qué emoción pudiera la penumbra?
Tanto momento de licor cansado
se encierra en este enjuicie. ¿Quién diría
que la colina se tornó reproche?
¿La plaza una estación? ¿Qué más pidiera
que regresar a parras, al aroma
de una curtiembre? ¿Qué no prometiera
por ver que mis palabras o mi aliento
dijeran otra vez o respiraran
el río en que me hundí, costoso mito
de la otredad de mí? Y hoy calabazas,
y giros, y cadáveres, y arena.
16 junio 1997.-
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