Murió en Madrid, con frío en las entrañas;
en vísperas de amor. Nunca compuso
cuento o novela malos, o rompió
todo fallido intento. Compensaba
su ausencia de vivir con estatura:
hallabas en su frente lejanía,
visos de resplandor. Dejó en sus textos
vivísimas mujeres --no es exacto
el adjetivo--. Su conversación
fue otro regalo para los amigos.
16 junio 1997.-
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