"La humillación no tiene límites."
(El Gabo.)
I
Una bujía en una pieza oscura,
una canción en un silencio muerto,
la calma del tabaco en la ansiedad,
un beso, una caricia en la distancia.
Mi alma pide sosiego,
manos mi desazón, ternura mi hambre,
una guitarra tenue,
un libro como silla
quiere la soledad de mi silencio.
Y mientras tanto miro, en la ventana,
los seis barrotes tristes del hastío,
y mientras tanto, con indiferencia
y a la vez con temor, escribo versos.
(Versos o la plegaria de la noche,
versos cansinos, versos
como una dentellada al infortunio,
masticación amarga, derrotero
de un hombre sin amada.)
II
Brillo tuvo esta sombra
otrora, cuando el viento
meditó su impotencia
contra mi ser y, cauto,
doblegó en inclemencia ajenas cañas.
Entonces era fuerte,
entonces respiraba
sanidad, y a mi lado
una mujer sin sable
me murmuraba frases de esplendor.
Tiempo perfecto, brisa
que en mí posó su ciencia,
ahora la añoranza,
la sequía potente
me lleva a cultivar versos sin sueño.
¡Indiferente el mundo,
clavado en su postura,
me obliga a ejecutar
la danza del olvido!
(Pero me niego, sigo en la aridez.)
III
(Y, tenido por mí,
prolongo escritos de saber dudoso,
y dejo el azorarme, el sorprenderme
ante la lámpara, el pincel, el musgo.
Lugarteniente Swann,
conjuro sierpes, incremento pausas.
Lugarteniente Swann, rememorable
como en el hijo gesto o simulacro.)
9 mayo 1997.-
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