de cada caricia,
labios del metal que ya no nos une.
Aquí el acongojado con sus tres maletas,
todavía no llega la mañana,
todavía es tarde para repetir ciertos gestos.
Todo mi cuerpo tiembla,
no soy sino una caricia sin derrotero,
cómo despertaré de vos.
Todo mi cuerpo cruje,
hay una musitación que te nombra
en el costado azul de mi mesa.
Y, así, cómo nombrar la lluvia, cómo pronunciar cada penumbra
si me endilgaste el labio, costado de la zafra
interminable de derrocar el agua.
No hay nada aquí, no acaba de haber,
hay quien me maniata, quien zahiere,
hay el no acabar, manda y domina
la melancolía procelosa.
3 junio 1997.-
Qué poema hermoso Pablo! A mi gusto, uno de los mejores que la "lluvia" haya inspirado, y he leído muchos te lo aseguro. Gracias, un abrazo. Marce
ResponderBorrarQué poema hermoso Pablo! A mi gusto, uno de los mejores que la "lluvia" haya inspirado, y he leído muchos te lo aseguro. Gracias, un abrazo. Marce
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