jueves, 14 de enero de 2016

DIVAGACIÓN PRECISA

En tu nombre 
es que habrá que seguir, y seguir, y seguir, y seguir. 
(L. A. Spinetta) 

Puñales, caramelos --como dijo 
Dastugue, el de obsidiana--. Ésos, tu dones. 
Mi manifiesto, en cambio, es una tregua 
pedida. Ni el perdón, ni los ahogos. 
Puñales, caramelos. La limosna 
menosprecia, el ataque desensilla. 
Tregua de tu no ser y de tu ser. 
Tregua de vos, de mí, de los resquicios. 
Y el encontrarse, con sus dos mulitas. 
Y el separarse, y la obsesión del alba, 
puñal y sombra, lucha en caramelo. 
(Es raro pedir tregua, cuesta verse 
como un converso de los tres estilos: 
el vino, los amigos, el poema.) 

II

Y todo es tan trabado, tan sin gozne, 

tan una puerta de la lejanía, 
caída, tan cencerro de cristal 
--peligra a cada verso--, tan vampiro, 
y tanta mala lengua en el recuerdo, 
tanto confuso diccionario de alma, 
tantos golpes de frío en el costado, 
tanta quejumbre, tanta canaleta, 
que el paso me vacila de tu nombre, 
que incorrección se me presenta a brazos, 
que brazo y balbuceo son colegas. 
(Y encima remedar las amatistas; 
sumar modismos de hambre; consultado 
por el temor; capullo de la sed.) 

III 

Pero callar sería un despilfarro, 
sería morir sierpes sin que nazcan, 
sería dos más dos, sería gris, 
comida sin comer, pasión dormida. 
O no, el poema seguiría siendo, 
los días un paisaje reparado 
y vuelto a reparar, y luego hundido 
por la maraña sin perdón del ángel. 
Rayo de luz sobre la marioneta. 
Los hilos no se ven. Hay cierta bruma 
en torno a su cabeza, que reposa. 
De pronto, viene Dios. Y allí comienza 
a tropezar, a blasfemar. El público 
sigue la trama. Afuera, el mundo ruge. 

23 mayo 1997.- 

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