y tu enajenación: camino siempre
bajo ese vario signo, y la promesa
de verte es más lejana que la daga.
Miro mis pasos, veo mi derrumbe
y me arrincono en la canción del este;
si tu rostro me dice de la altura,
de tu disfraz me ciega el espejismo.
Y así me instalo en la jugada doble
no de rememorar cruces y besos
sino caricias y a la vez espantos:
vahídos ciegos de los escondidos
fantasmas del sopor, y el fiel desierto
de la caída de tu velo azul.
21/2/1997
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