y la ordalía de los días turbios;
ausente de mi bien, indiferente
a veces, pierdo la mejora propia.
Insulso y detenido rememoro
horas pasadas y en ellas me instalo,
y desmejoro la tenaz estela
sabrosa, no culpable, del presente.
Y ahogo dichas, y persigo el duelo,
y desconcierto a la aterida mano
que espera mi caricia, y no dispongo
de generosidad para el error;
es tiempo de adoptar otra postura
para mí mismo, y de vivir tranquilo.
2/1/1997
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