del infante que en batalla conmemora al enemigo,
cayó la polvareda sobre tu rostro --quedó cubierto de granito,
infausta estatua que representa el orbe--,
cayó en madejas la cerrazón impía, dura lumbre,
cayó como centímetro fugaz.
Luego, lentamente, y como deseando el papel de estaño de la regeneración,
volvió a alzarse la arpía,
se recompuso el viento,
ardida tregua de clamor confuso, envuelta en el sistema
--indescriptible ligazón de juntas--, faz o llave
que injuria sin rodeos al opuesto, rico túmulo
donde se pueden encontrar los albos.
(Y un ámbito final, de cigarrillo,
de acierto o pesa que recuperaría el estandarte altivo de los términos,
de vaso o cerradura de combinar casacas,
encasquetó los tremolantes cedros, conquistó el arrepentido puente, fijó la murmurada hiedra,
devino soga.)
11/9/1996
No hay comentarios.:
Publicar un comentario