y la luz de tu otra colina vuelve;
no ha de gemir el olmo en ese instante,
ni se pervertirá la simpatía.
Una canción, la piel, una fogata,
y la luna tendrá su compañero;
no será tarde, no será prohibido
el nuevo nacimiento de tus ojos.
(Pero al presente tu mirada muere
en lazos apagados, y tu mano
sigue la curva de los doloridos;
pero al presente tu silencio cruza
riberas de estupor y menosprecio
por la sonora gema de la risa.)
18 de febrero de 1997
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