que mueve la cola para recibirnos,
con sus zalamerías galantes
y su hocico de medido encanto;
o la mosca muerta en la mesa,
y de lado, como si invitara
a una tácita reflexión,
herida sin piedad por el invierno;
e incluso el árbol,
su estabilidad azul de salvavidas,
elfo oculto por el tiempo,
esperanzado retoñar reglado:
mensajes discontinuos
que una conversación reúne,
que una opaca pintura
puede ilustrar, perdida
en un cuaderno de bitácora joven,
o que un cigarrillo pide
relacionar, en el silencio ruidoso
de una siesta entre papeles
que hablan, sin descanso, de otra cosa.
27/7/1996
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